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En el principio existía la Palabra
escrito por: Padre Simón Bautista
Simon Bautista

Primer Domingo Después de Navidad
Leccionario Dominical, Año C

Preparado por el Rvdo. Simón Bautista

Isaías 61:10-62:3; Salmo 147 or 147:13-21; Gálatas 3:23-25;4:4-7; John 1:1-18

“En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios.”

Con estas palabras el evangelista Juan nos introduce al cuarto evangelio. Él establece con claridad meridiana que todo lo que existe y tiene su ser se origina en y por la Palabra. Esa Palabra decidió establecer su morada entre nosotros y bendecirnos con su presencia de una forma más pragmática.

Pero ésta no es una presencia totalmente ajena en la experiencia del pueblo Hebreo. Por muchos siglos Dios se había hecho manifiesta en el llamado a Abrahán, en la liberación de Egipto bajo el liderazgo de Moisés y en la suscitación constante de profetas para guiar a los israelitas en su proceso de maduración en la fe y comprensión del propósito salvífico de Dios.

El verdadero desafío de este pasaje del Evangelio de Juan, tanto para nosotros como para los contemporáneos del Evangelista es cómo esa Palabra toma forma en la persona de Jesús. Y esto, queridos hermanos y hermanas, nos presenta un problema muy serio, un problema que no podemos resolver si nos quedamos aferrados a una visión limitada y cómoda de lo que es la presencia de Dios entre nosotros.

Por fe sabemos que Dios es Palabra efectiva que se cumple en su promesa y se manifiesta en la creación y en sus acciones. Ya desde los tiempos de Moisés entendemos que ese Dios se define como el que Es: un Dios de acción, celoso por su Pueblo y apasionado por la justicia.

Sin embargo cuando ese Dios se nos hace muy concreto, puede llevarnos al desconcierto y a la búsqueda incansable del aspecto de Él que más se acomode a nuestros intereses. ¿Acaso fue eso lo que pasó cuando Jesús apareció reclamando ser el Hijo de Dios? ¿Acaso es lo que nos ocurre a nosotros mismos cuando una persona necesitada nos pasa por el lado y nos reclama ser Jesús?

En el Evangelio de Juan el mismo Jesús se autodefine como “Camino, Verdad y Vida” (Juan 14:6), un lenguaje que nos deja espacio para la elaboración teológica y creativa. Desde nuestra experiencia cristiana se nos hace relativamente fácil aceptar a Jesús como esa “Palabra hecha carne que habitó entre nosotros”. Pero Jesús no nos deja tanto libre albedrío cuando nos desafía a descubrirle en el hambriento, el sediento, el enfermo, el desnudo, y el encarcelado. Ahí nos exige la acción que libera, y no solamente el discurso que busca liberar. Esa distinción la descubrimos bastante matizada a todo lo largo del ministerio de Jesús; ministerio del que se hace partícipe la iglesia y por asociación nosotros también.

“Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros.” Habitar es tener morada con carácter permanente o establecerse en un lugar cualquiera. Eso, dicho a partir de la experiencia humana, constituye una afirmación ordinaria. Pero visto del punto de vista divina nos lleva al campo de lo extraordinario. Lo que pasa con la encarnación de Jesús es extraordinario y por eso el Evangelista Juan lo hace tema introductorio de su libro. En ese sentido la misión de la iglesia es mantener un diálogo permanentemente y abierto entre lo ordinario y lo extraordinario. Ese diálogo debe ayudarnos a seguir descubriendo la presencia del Dios encarnado en las personas ordinarias con quienes compartimos este mundo, especialmente aquellas que están más necesitadas.

Hace un momento decíamos que el desafío real está en descubrir cómo la Palabra encarnada se manifiesta en nosotros. Con un poco de esfuerzo podemos descubrir muchas formas en las que esto ocurre. Pensemos, por ejemplo, en los soldados que han sido enviados a combatir en Irak y Afganistán. Reflejemos en la angustia que pueda tener sus familias, y en su impotencia y el temor de no volverlos a ver con vida. Pensemos también en las miles de familias que han sido divididas por los operativos y así creando cientos de millas de distancias entre padres e hijos. También pensemos en los hermanos y hermanas que perdieron sus casas y sus trabajos en estos dos últimos años. De igual modo, traigamos a nuestra mente a miles de jornaleros y jornaleras que diariamente y aun durante este tiempo de Navidad debaten entre lo posible y lo imposible; lo real y la esperanza que da la fe, antes de salir a las calles a buscar el sustento de su familia. Y porqué no pensar en los casi doce millones de personas que esperan desesperadamente un acto del Congreso de los Estados Unidos para poder regularizar su estatus a través de una muy esperado, orada y protestada reforma inmigratoria.

En cada uno de los ejemplos que acabamos de compartir no hay mucho de lo extraordinario. Lo extraordinario es que nosotros podamos experimentar la ruptura y ansiedad de los sujetos envueltos del mismo modo que Jesús la experimenta. Nosostros los cristianos podemos descubrir en cada ser humano la presencia incuestionable de Jesús, el Verbo encarnado cuyo nacimiento una vez más estamos celebrando. Él nos invita a servirle en cada ser humano. Y eso sin importar la condición social, la raza, el género, las preferencias o el estatus de aquellos y aquellas en quienes Él se hace presente.

Que Dios Padre nos siga bendiciendo con su palabra y nos conceda la gracia de poder identificarle en todo y en todos, y hacer manifiesta su amor con hechos que dan un testimonio fehaciente.

Amén.

— El Reverendo Simón Bautista es el canónigo para los ministerios Latinos de la Diócesis de Washington. Tiene a su cargo San Albano, DC y Ascensión Gaithersburg, dos de las de siete comunidades Latinas de la Diócesis. Él es originario de la República Dominicana


Comunión
By The Rev. Simon Bautista Betances
Washington Window
Vol. 76, No. 5, July 2007

¡Saludos y bienvenidos! Soy el Reverendo Simón Bautista, Misionero Latino de la Diócesis Episcopal de Washington y coordinador de COMUNIÓN, columna de espiritualidad para los miembros de nuestra Diocesis. En este mes comparte sus reflexiones con nosotros el Reverendo Allan Johnson, Rector de la iglesia de la Epifanía en Forestville, Maryland, y miembro del Comité diocesano para los Ministerios Latinos. .


Jacques Audinet, en el prefacio del libro de Virgilio Elizondo, Galilean Journey, indica que, “no hay tal cosa como “una raza pura,” “una nación pura,” o un “estado puro.” Sin embargo, esta noción de la pureza todavía está viva, incluso dentro de la iglesia. Audinet continua diciendo que, “cada cultura humana moderna que existe es el resultado de una mezcla, es mestiza.”  De tal modo, cada persona es un híbrido, un mestizo, y la aserción de la pureza es la creencia idólatra que reafirma que mi hibridez-mestizaje está al centro.

La encarnación de Jesucristo nos dice que él no era solo humano ni solo divino; era ambas cosas a la vez y ninguna excluía a la otra.  La encarnación de Jesús todavía está siendo discutida en la iglesia por personas que tienen una necesidad de crear límites bien definidos, y tratan de proteger la pureza de la divinidad de Cristo para que no sea corrompida por su humanidad.  En la encarnación Jesús se hace el mestizo por excelencia y se preocupa por eliminar todos estos límites humanos que nos separan a los unos de los otros; llámense límites geográficos, biológicos, religiosos, lingüísticos o culturales.

La iglesia cristiana comenzó como un híbrido. Su fundador, Jesús, era un mestizo.  Jesús no absorbió las maneras de ser del griego, pero tampoco afirmó la pureza del Judaísmo.  Lo que sí hizo fue ofrecer una tercera alternativa, una vía media, una forma de ser diferente, que promueve la creación de una nueva humanidad y de una nueva comunidad.  El cristianismo creció y se amplió a través del mestizaje, el resultado era ocasionalmente una nueva creación.  La iglesia católica es el resultado del mestizaje de la iglesia cristiana, la judía y la influencia romana.  La iglesia Episcopal/Anglicana con su herencia anglosajona es un resultado híbrido. La naturaleza de la iglesia es mestiza.

Es en este contexto del mestizaje que nos dirigimos a la presencia Latina en la iglesia Episcopal.  Si nos suscribimos a la pureza de la iglesia, entonces la presencia Latina, con su religiosidad y expresiones Católicas (los Penitentes o Nazarenos, Promesas, Posadas, Pésamea Maria, Cruz de Mayo, Veneración de los Santos, y los altares), amenaza la pureza de la iglesia Episcopal.  Si nos suscribimos a una visión de la iglesia, que desde su comienzo era mestiza, que creció y que se amplió a través del mestizaje, entonces la presencia Latina se ve como otra fase en la vida de la iglesia que esta en constante evolución.

El mestizaje de Jesús invita a la iglesia Episcopal a cruzar fronteras étnicas, sociales, y lingüísticas; y a continuar lo que ha sido lo más original de su misión: superar barreras con el propósito de establecer comunión con todas las gentes.  La visión de Juan en la isla de Patmos es la visión de una iglesia mestiza integrada por individuos de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas. (Apocalipsis 7:9)

Reverendo Allan Johnson,
Rector de la iglesia de la Epifanía en Forestville, Maryland


Amenazado de Resurrección
Por: Rev. Hannah Atkins-Iglesia San Juan, Lafayette Square
Washington Window
Vol. 76, No. 5, May 2007

La frase poética “Amenazado de Resurrección” es de profundo significado. Leo el poema del mismo titulo todos los años durante cuaresma en preparación para celebrar las Pascuas de la Resurrección.

La poeta y teóloga Julia Esquivel, exiliada guatemalteca, creó la frase por muchas razones, principalmente para describir su esperanza cristiana. Ella sufrió, junto con decenas de miles de sus compatriotas, las matanzas y represión de las dicataduras de su país. Y su respuesta era tener aún mas fe en el Dios de la Vida y el Amor. Enfrentó las amenazas diarias de las fuerzas malignas de poder en su país, con el poder de la resurrección de Jesús de Nazaret. Convirtió las amenazas designada a callarla, a intimidarla, a meterle miedo a todo un pueblo, en leña para el fuego de la esperanza, en llama del Espíritu Santo . Otro cristiano que ha podido enfrentar amenazas con fe en el poder de la resurrección es el teólogo jesuita Jon Sobrino. Sobrino nació en el País Vasco pero ha vivido la mayor parte de su vida en El Salvador . Es reconocido mundialmente por sus escritos bíblicos y su compromiso con los pobres. El perdió toda su familia adoptiva cuando sus hermanos y colegas jesuitas fueron asesinados en sus dormitorios de la Universidad Centroamericana por el ejercito Salvadoreño en noviembre de 1989. Él estaba afuera del país esa triste noche, recibiendo un premio internacional para los derechos humanos. Seis años después de esa tragedia, yo estudié con él en las mismas aulas donde habían enseñado sus amigos y también donde habían encontrado su muerte. Aprendí de él que la amenaza de la muerte y el miedo solo se puede vencer con la esperanza de la resurrección. La vida bendecida es la vida así entendida. Él enseña sobre el amor de Dios para la humanidad, incluyendo especialmente a los y las pobres. A veces ese mismo amor nos conmueve a poner en juego hasta la propia vida. Hoy el Vaticano quiere callar sus enseñanzas y su sabiduría, lo han amenazado con la resurrección.

Las liturgias de la semana santa, especialmente la del domingo de la resurrección, nos llena e inspira nuestras almas , mentes y corazones. La verdad es que los ritmos y colores de las estaciones litúrgicas de la Iglesia no son sólo para lucir bonito y bueno. Son parte de un florido arco iris de esperanza que nos lleva hacia el reino de dios. Es la esperanza alentadora de la fe arraigada en la resurrección. Hoy día en la Diócesis de la Iglesia Episcopal de Washington, seguimos con la esperanza cristiana que nos lleva a compartir el amor transformador de Cristo y el poder de su resurrección. Hay muchas maneras, grandes y pequeñas, para hacerlo: abrir las puertas de nuestras iglesias a personas buscando lugar, desenmascarar la falta de voluntad para acoger a los inmigrantes, reafirmar nuestros votos bautismales, respetarnos mutuamente entre amigos y enemigos, amar a Dios por sobre todas las cosas y vivir amenazado de la resurrección. Aleluya!!


Comunión
By The Rev. Simon Bautista Betances
Washington Window
Vol. 76, No. 5, April 2007

Comunión. ¡Vaya nombre para una columna en español en nuestro periódico diocesano! Bueno, el asunto es que a partir de esta edición nosotros, los Latinos y Latinas que estamos haciendo vida de fe en una de las iglesias de la Diócesis Episcopal de Washington, vamos a contar con un pequeño espacio de reflexión. Eso es algo que a mí me llena de alegría y profunda satisfacción.

El objetivo principal de esta columna es el de ofrecer pequeñas reflexiones que nos ayuden a nutrir nuestra vida espiritual, a fortalecer nuestro sentido de comunidad y a despertar conciencia de que nuestra presencia es real en esta iglesia que nos acepta y abre las puertas. ¿A caso no nos da un gran placer saber que estamos leyendo algo que ha sido escrito por nosotros y para nosotros?

¿Qué por qué tan breve? Porque “Lo bueno, si breve, dos veces bueno” decía Baltasar Gracián, un escritor español del siglo 17. Yo pienso que este es un gran proyecto, nosotros en general somos un gran proyecto, y es mejor llevarlo gradualmente.


Entre tantos nombres posibles, ¿por qué COMUNIÓN? Pensemos un poco, ¿qué nos sugiere esta palabra? ¿Evangelio? ¿Eucaristía? ¿Comunidad? ¿Cristianismo? ¿Amor? ¿Acogida? ¿Solidaridad? ¿Servicio? La palabra implica todo esto y mucho más; nos envuelve a nosotros mismos en nuestra relación con el prójimo y con el Dios que en Jesús nos llama a formar parte del Pueblo Nuevo del Señor. Una de las tareas primordiales de la iglesia es recordarnos que el sentido profundo de nuestro ser cristianos reside en la comunión, que no somos células aisladas en cualquier esquina del universo, sino que estamos unificados por “Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo” (Efesios 4, 5-6).

Sin comunión se nos hace difícil construir ese Reino de amor del que Jesús nos habla en su Evangelio cuyo presupuesto requiere de la unidad entre nosotros. Uno de los signos distintivos del cristiano es la comunión y consecuentemente la realización del mayor de los mandamientos: “que se amen los unos a los otros, al igual que yo les he amado”

Deseo de todo corazón que cada una las reflexiones que iremos compartiendo al pasar del tiempo, cumplan el propósito de (1) acercarnos más al corazón de Cristo, (2) acercar nuestras comunidades entre sí y (3) acercarnos al corazón de esta diócesis y de la Iglesia en general.

Padre Simón Bautista Betances,
Misionero Diocesano.

Editor’s note: This new Spanish language column, Communion, is also available in English.

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