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“A los pobres siempre los tendrán con ustedes”
escrito por: Padre Simón Bautista
Simon Bautista

Marzo 14, 2010 - Tercer Domingo de Cuaresma Leccionario Dominical, Año C

JIsaías 43: 16-21 Salmo 126 Filipenses 3:4-14 Juan 12: 1-8

La Semana Santa está a la vuelta de la esquina,  el evangelio que acabamos de escuchar  en este quinto domingo de Cuaresma así nos lo recuerda. Sí, mis hermanos y hermanas, nos adentramos en esa porción de la Historia de Salvación que tanto habla a nuestra fe del infinito amor de Dios para con nosotros: la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor Jesucristo.

La Palabra encarnada no se queda solo en palabras sino que acciona por nosotros hasta la máxima consecuencia.

El evangelio de hoy está puesto en el contexto de la etapa final del Ministerio de Jesús. El evangelista Juan delicadamente lo sitúa justo antes de la entrada triunfante a Jerusalén, Juan 12:12-18. Es un pasaje evangélico con una simbología muy fuerte que, mirado con cierta profundidad, nos hace pensar en preparación-despedida; también se puede ver como una pre-unción de Jesús antes de su partida física. Betania es una ciudad situada a unas dos millas de Jerusalén, probablemente un lugar predilecto por Jesús en su camino a la ciudad Santa; tal vez eso explica su fuerte conexión con Lázaro y sus hermanas Marta y Maria; desde allí  asciende al cielo delante de sus discípulos después de su resurrección, Lucas 24: 51. De modo que Betania tiene un significado especial en esta construcción evangélica.

Mirando al relato como una mera sucesión de acontecimientos, podríamos colegir lo siguiente: Lázaro y sus hermanas tenían algunos recursos, no mucha gente podía comprar un frasco de perfume caro en esa época, y obviamente que un gran aprecio por Jesús; Jesús comenzaba a dar claras señales de que sabía lo que le esperaba en Jerusalén; Judas, como tesorero del grupo, tenía muy buen ojo para las cosas de valor.

Permítanme compartir con ustedes algunos pensamientos en torno a un aspecto crítico que aparece en los versos del 5 al 8 en este evangelio. Es el diálogo, me imagino que tenso, entre Jesús y Judas acerca del valor del frasco de perfume.  Les pido un poco de paciencia, pues puede que a veces suene un poco complicado. La reacción de Judas es la siguiente: ¿Por qué no se vende este perfume para ayudar a los pobres? “Déjala, dice Jesus, lo tenía guardado para el día de mi entierro. A los pobres siempre los tendrán con ustedes, pero a mí no siempre me tendrán.”

Créanme que no es mi intención cuestionar la actitud de Judas ni etiquetarla de buena o mala. No me toca a mí ese juicio ni es de mi interés en el día de hoy.  Lo que si me llama poderosamente a la atención es la respuesta de Jesús, “a los pobres siempre los tendrán con ustedes.”

¡Miren qué verdad! ¡Algo desolador, pero verdad! Una verdad incómoda que abraza por detrás y por delante la naturaleza de la Misión de la Iglesia que quiere mantenerse fiel a los ideales  del Reino de Dios tal como nos los describió Jesús; una verdad que a modo de sentencia nos pone sobre aviso acerca de lo difícil que es el cambio de corazón que necesita dar la humanidad para que toda persona tenga acceso a la abundancia de los bienes que Dios creó para nosotros. Este tipo de verdad realmente incomoda, pero más incomoda la acción que nos invita a considerar.

“A los pobres siempre los tendrán con ustedes” no suena nada optimista, pero es una expresión llena de realismo que puede significar el trabajo  incansable y desafiante que siempre nos espera a los seguidores de Jesus. Pero, ¿quiénes son esos pobres de los que hablan Jesús y Judas? Sabemos por el contexto evangélico que son aquellos que carecen de las cosas materiales necesarias para vivir dignamente. Esos que vemos a diario al caminar por las calles, o al conducir nuestros autos por las ciudades; los que nos encontramos en los centros comerciales haciendo cálculos meticulosos para asegurarse que haya paridad entre lo que necesitan comprar y lo que pueden llevar; los que se retuercen de dolor en la casa del frente o el apartamento del lado por no tener seguro médico y carecer de los recursos necesarios para pagar una cita médica; los que dependen de las remesas de muchos para poder saldar en la bodega y comenzar el círculo nuevamente. ¡Cuidado! Es muy posible que uno de esos pobres esté sentado al lado nuestro, o que esta iglesia esté llena de pobres hoy día.

Una de las bendiciones, entre otras, del evangelio de hoy es que no nos permite entrar en el juego dicotómico de a qué tipo de pobres se está refiriendo. Es obvio que no es a los pobres en espíritu de san Mateo (5:3), sino a los pobres de los que habla San Lucas (6:20); de esos pobres Jesús nos advierte que siempre tendremos con nosotros y que tenemos todo el tiempo del mundo para servirles y luchar por su causa.

Quizás vale la pena preguntarnos ¿cuál es el provecho, si alguno, que podemos obtener del comentario de Judas? Yo creo que la sospecha perspicaz. La advertencia de que Jesús no nos está sugiriendo que nos quedemos envueltos  en el aroma del perfume que absorbe, sino que nos levantemos, nos volvamos a poner las sandalias, nos arremanguemos los ruedos de los pantalones y doblemos las mangas de las camisas y hagamos el camino hacia Jerusalén; eso fue exactamente lo que hizo El al día siguiente del relato que estamos comentando: caminar hacia Jerusalén para seguir su misión.

“A los pobres siempre los tendrán con ustedes” significa en este contexto de Cuaresma una llamada a revisar nuestro compromiso con Dios a través de los más necesitados; a salir del cubículo de la comodidad en el que algunos nos hemos instalado dejándonos acorralar por las apariencias de un mundo que nos confunde con los olores de su perfumería, distanciándonos del compromiso contraído a través del pacto bautismal el día de nuestro bautismo: “¿Lucharás por la justicia y la paz entre todos los pueblos, y respetarás la dignidad de todo ser humano?” 

Ustedes ya saben la respuesta: “Así lo haré, con el auxilio de Dios”

Que Dios nos de la gracia de vivir una Semana Santa empapados del espíritu de su hijo y nos regale la virtud de descubrirle en todos sus hijos, especialmente en los que son más pobres.

Amén.  

  El Reverendo Simón Bautista es el canónigo para los ministerios Latinos de la Diócesis de Washington. El tiene a su cargo San Albano en DC, y Ascensión en Gaithersburg, dos de las de siete comunidades Latinas de la Diócesis. Él es originario de la República Dominicana.