La Iglesia Episcopal observa la Cuaresma en solidaridad con los cristianos a través de los tiempos. Antiguamente, la Cuaresma se entendía como una temporada de solidaridad con los que iban a ser bautizados en la Vigilia Pascual. Es un tiempo para concentrarse en la oración, el estudio y el ayuno y, en algunas tradiciones, en las obras de caridad. Cada una de estas prácticas, cuando se hace en solidaridad con los que se preparan para el bautismo, es una invitación a que profundicemos nuestro propia práctica espiritual cristiana.

Yo les animaría este año a expandir la esfera de esa práctica, a pensar en vuestra solidaridad con los que recorren el camino de Cristo, con los que transitan la senda de Jesús, con particular interés por los que están más allá de vuestra comunidad local.

En esta era nos hacen un extraordinario llamado a pensar en nuestras relaciones no sólo con otros cristianos, sino con otros seres humanos a través de este planeta, y ciertamente con el resto de la creación. Tal vez ustedes podrían centrar su disciplina cuaresmal este año en prestarle atención a la manera de vivir en esta tierra.

¿Viven ustedes como el Hijo del Hombre, que viaja continuamente sin tener nunca un lugar donde reclinar su cabeza? ¿El que nunca lleva dos bolsas, ni un almuerzo adicional ni un par de sandalias de repuesto? Así fue como él exhortó a sus discípulos que hicieran, que viajaran ligeros de equipaje.

¿Andan por la tierra ligeros de equipaje?

Mediten en la manera en que viven cada día, cómo usan el agua, cómo usan el combustible, cómo usan la electricidad y como usan el alimento que es una dádiva.

Si cada uno de nosotros es capaz de adquirir un interés más compasivo en las bendiciones de la creación, cambiará la manera en que los seres humanos como especie afectan esta tierra.

En la reciente Reunión de los Primados, oí contar al Primado de Polinesia un relato muy angustioso sobre la situación de su gente en islas muy bajas del Pacífico Sur, que están desapareciendo velozmente debido al aumento del nivel del mar. Ese aumento del nivel del mar es el resultado de la manera en que usan la energía los segmentos más ricos de la población humana.

Oímos hablar de las preocupaciones de personas en África que encuentran los cereales que compran para comer demasiado caros porque los estamos usando aquí en la producción de etanol para conducir nuestros autos.

El modo en que usamos nuestros recursos es una cuestión espiritual. La manera en que vivimos en esta tierra es una cuestión de fidelidad. ¿Podemos actuar en solidaridad con los que se preparan para ingresar en esta comunidad y hacerlo de manera más consciente y compasiva que tome en cuenta a toda la creación de Dios?

Marzo, 9 del 2011

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